El arte de dormir bien

Publicado por Mauro

Siempre he creido que no se debe dormir acostado, o al menos, esa es la peor manera que se ha podido inventar para dormir. Estar acostado es generalmente más incómodo que estar sentado o que ir caminando; un hombre es capaz de andar diez horas consecutivas, sin fatigarse demasiado, o de permanecer un dia entero en su silla de trabajo, sin cambiar de actitud, pero no soportaría ese mismo tiemporecostado en el lecho sobre un solo lado; estar en una misma posicion, es el suplicio más doloroso de los enfermos que no se pueden mover: al cabo de pocas horas se sienten magullados como si los hubieran molido a palos. Es lógico: el hombre no está conformado para permanecer algo menos de media vida ajustado horizontalmente a un plano más o menos duro y liso; si el acostarse fuera una posicion natural, el hombre tuviera recubierta toda la parte anterior del cuerpo de carne blanda y rolliza, como en las posaderas o en las plantas de los pies, perfectamente adecuadas, ambas cosas, para apoyarse en ellas con frecuencia.

Pero por delante, por detrás, por los lados, el cuerpo está a todo lo largo, lleno de angulosidades y protuberancias que estorban la comodidad al acostarse; por eso damos tantas vueltas y revueltas, nos estiramos y nos encogemos en busca de una posició agradable antes de conciliar el sueño; por eso amanecemos con el cuello torcido, con las mejillas y las orejas cruzadas de hendiduras, con los brazos entumecidos por falta de circulación.

¡Los brazos! ¿Qué opináis de estos terribles aparatos? Yo quisiera abrir una encuesta entre mis lectores, así: ¿Qué hace usted con sus brazos cuando duerme? Problema enorme que cada cual procura resolver en vano: unos los colocan en cruz bajo la cabeza, otros juntan las palmas de las manos, en actitud de rezar con devoción, y descargan sobre ellas la mejilla ; hay quienes introducen manos y brazos entre las rodillas y aprietan con fuerza como si se los fueran a robar, o los extienden a lo largo de la almohada como un crucificado, o los dejan sobre el pecho como los difuntos; muchos, ¡ay! No sabemos nunca qué hacer con ellos, cómo acomodarlos, dónde dejarlos: a lo mejor, cuando ya creíamos estar satisfechos , sentimos algo que nos punza por el hígado, algo duro y extraño como un codo ajeno, como un codo enemigo: vamos a ver y es nuestro mismísimo codo.

Por esto se advierte que no es propio ni cómodo dormir acostado. Ahora bien: como todavía parece imposible llegar al ideal de poder dejar los brazos y las piernas junto con los pantalones en un taburete, lo mejor sería intentar una modificación de la forma corriente de los lechos, que permita adoptar en ellos situaciones más amables; yo he soñado con ese aparato del porvenir, que no sé aún cómo será precisamente, pero que me imagino un poco cóncavo, oblicuo y muelle, para poder dormir en él medio sentado, el busto echado levemente hacia atrás y las piernas sabiamente estiradas; para los que sufren del corazón, esa sería la actitud ideal.
No me explico cómo se ha descuidado tanto el arte de dormir; cómo no se ha buscado científicamente la manera de hacerlo con absoluta perfección, porque ¡cuan grave y serio es el dormir y cómo deberíamos prepararnos para ello, no considerándolo como un acto sencillo y natural, sino a la manera de un rito misterioso y solemne! ¡Yo , lo confieso , siento siempre al acostarme , un no sé qué miedo indefinible: sé que voy a entregarme inerme y desnudo a todos los probables enemigos: los terremotos y los ladrones, los incendios y las congestiones cerebrales.

¡Nada más por esa presunción justificada de que algo podría sucedernos deberíamos dormir casi de pie, para estar más listosa todo y más tranquilos, para no vernos así acostados, tan humildes y vencidos, con los brazos sobre la cabeza, como el soldado cobarde que se rinde!

Luis Tejada
El Espectador; Medellín, noviembre 23de 1920

This entry was posted on viernes, noviembre 07, 2008 . You can leave a response and follow any responses to this entry through the Suscribirse a: Enviar comentarios (Atom) .

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